El objeto fundamental de la experiencia externa es percibir los objetos del mundo mediante la intermediación sensoria, tal como lo hacemos habitualmente en la vida cotidiana…

Cuando la percepción del mundo externo se realiza correctamente desencadena una nueva modalidad de percepción que finalmente desemboca en la No-dualidad.

Una percepción común requiere de pasos para decantarse en la No-dualidad. Dichos pasos implican la aparición de tres nuevos estados de conciencia: Observación, Concentración y Meditación.

Todo se inicia en la simpleza de observar cualquier evento externo: verlo, olerlo, gustarlo, tocarlo o escucharlo. Constantemente estamos captando la información de los objetos que nos rodean a través de cualquiera de los sentidos.

Lo esencial es que a la atención le acompañe siempre una respuesta presencial. No debemos inducir respuestas sobre eventos inexistentes; nuestra respuesta mental y física debe expresarse en función de un acontecer que está sucediendo.

Así, si caminamos debemos mantener la atención en el contacto de los pies con el suelo, si comemos toca estar atentos a los sabores y demás percepciones que ocurren en nuestra boca, si miramos un paisaje la atención deberá estar situada en la forma y color de los objetos que detectemos, y si escuchamos música la atención debe estar situada en la fuente desde donde brota el sonido. Todo ello se puede percibir sin necesidad de estar continuamente comparando, interpretando o juzgando mentalmente cada uno de los eventos en los que estamos inmersos, es decir, podemos contemplar constantemente el mundo que percibimos sin necesidad de pensarlo.

Realizar cualquier actividad externa y estar correctamente situados en ella implica depositar la atención en el presente y reaccionar exclusivamente ante los eventos que nacen en él. La atención debe situarse fuera de la cabeza y del cuerpo y colocarse en el ámbito de los objetos externos, no debe situarse dentro de la cabeza; debe proyectarse mediante los sentidos a los objetos de percepción.

La reacción al presente puede ser también mental, es decir, es posible pensar mientras se está afuera, siempre que ello sea una reacción al presente. Si, por ejemplo, alguien solicita tu número telefónico, entonces usas tu memoria para localizarlo; ello es válido, puesto que el presente te lo solicita mediante quien te lo pregunta.

Siempre que estamos experimentando el mundo y reaccionamos física y mentalmente respecto a algo que no hace parte del presente, entonces estamos percibiendo erróneamente.

El estado de conciencia de Observación externa es aquel donde la percepción no genera sentido de distancia entre quien percibe y el objeto conocido. Detectar los objetos situando la atención en ellos y experimentar así el mundo  impide la aparición de un yo, y permite descubrir que no se requiere de un sujeto activo como parte integrante de la percepción y, por ende, del conocimiento.

Esta forma de percibir los objetos de forma presencial reporta innumerables ventajas: no aparece sujeto que se preocupe o angustie, no aparecen pensamientos, recuerdos o emociones que no sean requeridos por el propio instante presencial; es una percepción exenta de tensión psicológica, una percepción fluida y continua que puede trasladarnos a los mas altos estados de conciencia.

Es erróneo observar el mundo con distancia, produce duda, apatía, y se experimenta sin intensidad. La correcta percepción del mundo ofrece una especial vivacidad de los objetos, mayor brillo y tridimensionalidad espacial, produce exaltación, genera solaz, ausencia de temores, angustias y cualquier otro contenido mental, así como la ausencia de esfuerzo por vivir.

El estado de Concentración externa induce la aparición de un sujeto no diferente del mundo externo que se está experimentando. El yo se ha erradicado en el estado de Observación y nace un nuevo sujeto que hace parte integral y simultánea del universo que los sentidos experimentan.

Nace un universo completamente vivo, lleno de exaltación y vida por el solo hecho de ser conocido. El conocedor está en todas partes de lo conocido y lo conocido en todas partes del conocedor; ambos son simultáneos.

Finalmente, y ante la continuidad de la Concentración, surge el más alto estado de percepción: la Meditación. Allí los sentidos expanden sus funciones más allá de los límites físicos normales: el sujeto de la Concentración muere y da paso a un nuevo sujeto sin fronteras de tiempo ni espacio, el atman. El atman se convierte en el perceptor de todo el universo conocido y por conocer, se convierte en un evento que no diferencia entre lo conocido y quien conoce: el mundo se conoce a sí mismo pues él es evidentemente la sustancia de la conciencia No-dual.